Sobre cuentos o relatos cortos, traigo parte de una crítica literaria desenfadada del filólogo y escritor Alfredo Vazquez Oliveira.
Cierto que hay cuentos chulos de Wilde, Kafka, Scott Fitzgerald, Dahl y hasta alguno de "Dublineses", del pelma de Joyce. Pero para cuentazos, los de Chéjov ("El beso" o "La dama del perrito," p. ej.); los 17 relatos de "El llano en llamas", de Rulfo; y los 8 de "Los funerales de la Mamá Grande", de García Márquez. Me olvido, a propósito, de Borges y de Cortázar, porque me parecen dos autores sobrevaloradísimos. Y como siempre, rizar el rizo, ya lo hizo (nótese la rima) Cervantes en el "Quijote", cuando magistralmente intercala entre la acción principal una novela corta pastoril ("Marcela y Grisóstomo"); una sentimental ("Cardenio y Dorotea"); una italiana ("El curioso impertinente"); una morisca ("El cautivo"); y hasta una picaresca ("Ginés de Pasamonte"). Esto en 1605. En 1615, "Las bodas de Camacho", "Claudia Jerónima", "Ana Félix" o "El morisco Ricote".
Me parece fascinante la reivindicación del Cervantes cuentista, al fin y al cabo nuestro escritor total. (Por cierto, en Los trabajos de Persiles y Segismunda incluye otro cuento formidable: «El enamorado portugués».) Y de acuerdo con la supremacía de Chéjov. Por otra parte, creo que entre los gigantes del cuento habría que incluir a Poe. Y entre los buenos cuentistas, a Gogol, Stevenson, Maupassant, London, Clarín y Pardo-Bazán. Aunque yo no he leído tantos relatos cortos como el autor del ensayo y mi voz no es tan autorizada como la suya.
Cuentos de misterio e imaginación: «Un sueño dentro de un sueño»
The Alan Parsons Project
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Hay que desligar al escritor –de cuentos u otro género literario– de la persona.
El escritor y la persona
En un diálogo con el autor del texto principal de esta entrada sobre la figura de Valle-Inclán, considerábamos sus luces y sus sombras. Entre éstas, yo apunté la contradicción como la principal, cuando él ya había referido las sombras de otros escritores, separándolas de sus valores literarios. «Hay de desligar persona de autor, porque entonces no podría apreciarse la obra de casi ninguno: Cervantes, por ladrón; Lope, por burlador; Góngora, por envidioso; Quevedo, por difamador; Larra, por suicida; Dostoievski, por ludópata; Stendhal, por napoleónico; Wilde y Verlaine, por corruptores de menores; Neruda por violador y pésimo padre; Nabokov, por pederasta; Cela, por grosero; Delibes, por cazador. Y así, hasta un largo etcétera». Ciertamente, el lector debe centrarse en la obra.
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