Ya se confunden los límites… Inconfesables pensamientos toman los altos territorios, degradándolos a lo más ínfimo. ¡Todo parece cíclico! Lo que fue bienvenida transigencia, tras la inmensa intolerancia, desea retornar rabiosamente a lo lejano indeseable. Mala cosa. Preguntaréis porqué, quienes estáis al margen de sanitarios despropósitos. Sencillamente, porque con los lustros no ha llegado la respuesta esperada. O peor si me apuráis: el bienestar teórico devino en malestar real, en desazón creciente, en crisis de la medicina general.
El desagradecimiento surgió de las cesiones. El insulto de las buenas maneras. El desprecio de la gratuidad mal entendida. En general, poco o nada satisface si apenas cuesta; de siempre lo sabemos. Y no es que personalmente aguarde recompensas, ni besos o palmadas cariñosas, ni mucho menos monumentos como antaño, ni tan siquiera una modesta y simpática caricatura. Sólo aguardo el radical cambio sanitario hacia la salvación de lo que queda, la toma de otro rumbo, para no tener que lamentarnos durante otros muchos lustros.
Y no penséis que el pesimismo me derrota, el análisis me roba la sonrisa. La población ignora, desconoce los arraigados errores; la información es tendenciosa, desinformación por tanto. En el paraíso que le pintan no abundan los árboles alegres; impaciencia, descontento, irritación, tristeza en suma, subyacen bajo un sol bien desvaído. Los mensajes son perniciosos, perversos, equívocos. “¡Consuma!... ¡Déjese llevar!... ¡No piense!... ¡Consulte al…! (el que busca su propio provecho)… ¡Si le pica, vaya a que le rasque…! (quien se quema)”. Aquí nos idiotizan.
Según un aforismo, a buen entendedor pocas palabras bastan. Así que no entraré en detalles, que la inteligencia mínima vale para rellenar carencias. Lejos de educar, los televisivos y radiofónicos mensajes llegan a ser un cúmulo de disparates, o de verdades a medias. Para que los individuos se desasosieguen, busquen ávidamente, no encuentren o descubran fantasmas y, finalmente, se desesperen. Que de la mayor excitación a la depresión más profunda se pasa sin sentir. Por eso, son necesarios otros derroteros hacia la sanitaria sensatez.
Que unos siempre ganan nadie lo discute. Pero la mayoría sufre las consecuencias de los malos planteamientos. Y los que están en medio van perdiendo la salud que, por norma, en otros procuran. Son profesionales de la salud venidos a menos, otrora admirados por su entrega y hondo sacrificio. Sobrantes –¡conveniente esta vulgaridad!– no hace tanto y ahora cada vez más escasos, por razones obvias. No obstante, eternamente necesarios, añorados (¡quién lo diría!) cuando las campanas repican en el desierto de ideas.
Hartos estamos, y harto estoy, de improvisación y vanos lamentos. Hay que afrontar la realidad con valentía, sin ver oros donde pintan bastos. De un sistema particular como el nuestro, que no prevé, que no planifica, que improvisa a cada paso mal dado, poco se puede esperar. Sus responsables, hombres y mujeres, ¿son ineptos, se dejan engañar o es que están ciegos? Me inquieta el futuro del médico de cabecera. En la Hispania de inútiles extremos, acomplejada u ombligo del mundo, me pregunto como parte sin certeza: Quo vadis, galeno?
El desagradecimiento surgió de las cesiones. El insulto de las buenas maneras. El desprecio de la gratuidad mal entendida. En general, poco o nada satisface si apenas cuesta; de siempre lo sabemos. Y no es que personalmente aguarde recompensas, ni besos o palmadas cariñosas, ni mucho menos monumentos como antaño, ni tan siquiera una modesta y simpática caricatura. Sólo aguardo el radical cambio sanitario hacia la salvación de lo que queda, la toma de otro rumbo, para no tener que lamentarnos durante otros muchos lustros.
Y no penséis que el pesimismo me derrota, el análisis me roba la sonrisa. La población ignora, desconoce los arraigados errores; la información es tendenciosa, desinformación por tanto. En el paraíso que le pintan no abundan los árboles alegres; impaciencia, descontento, irritación, tristeza en suma, subyacen bajo un sol bien desvaído. Los mensajes son perniciosos, perversos, equívocos. “¡Consuma!... ¡Déjese llevar!... ¡No piense!... ¡Consulte al…! (el que busca su propio provecho)… ¡Si le pica, vaya a que le rasque…! (quien se quema)”. Aquí nos idiotizan.
Según un aforismo, a buen entendedor pocas palabras bastan. Así que no entraré en detalles, que la inteligencia mínima vale para rellenar carencias. Lejos de educar, los televisivos y radiofónicos mensajes llegan a ser un cúmulo de disparates, o de verdades a medias. Para que los individuos se desasosieguen, busquen ávidamente, no encuentren o descubran fantasmas y, finalmente, se desesperen. Que de la mayor excitación a la depresión más profunda se pasa sin sentir. Por eso, son necesarios otros derroteros hacia la sanitaria sensatez.
Que unos siempre ganan nadie lo discute. Pero la mayoría sufre las consecuencias de los malos planteamientos. Y los que están en medio van perdiendo la salud que, por norma, en otros procuran. Son profesionales de la salud venidos a menos, otrora admirados por su entrega y hondo sacrificio. Sobrantes –¡conveniente esta vulgaridad!– no hace tanto y ahora cada vez más escasos, por razones obvias. No obstante, eternamente necesarios, añorados (¡quién lo diría!) cuando las campanas repican en el desierto de ideas.
Hartos estamos, y harto estoy, de improvisación y vanos lamentos. Hay que afrontar la realidad con valentía, sin ver oros donde pintan bastos. De un sistema particular como el nuestro, que no prevé, que no planifica, que improvisa a cada paso mal dado, poco se puede esperar. Sus responsables, hombres y mujeres, ¿son ineptos, se dejan engañar o es que están ciegos? Me inquieta el futuro del médico de cabecera. En la Hispania de inútiles extremos, acomplejada u ombligo del mundo, me pregunto como parte sin certeza: Quo vadis, galeno?
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Es significativo el hecho de que los nuevos licenciados no hallen atractivo en el ejercicio de la medicina general: ¿Por qué no eligen Medicina de Familia?
Hola, Pepe:
ResponderEliminarEl comentario no es sobre esta entrada, sino sobre el blog, que me parece muy bueno. He estado viendo artículos y me ha llamado la atención el de Musorgsky, Tchaikovsky y Rachmaninoff. Ya habías tocado temas parecidos en un artículo de hace años y ahora te pregunto: ¿a pesar de lo denostado de este músico, tú eres, como yo, un admirador del viejo Chaikos? Ya me dirás. Interesante también el artículo sobre los impulsos escritores, por lo que nos toca a los dos. Por cierto, coincidencias: termino esta misma tarde de leer "Pinocho" por ver si lo incluyo entrew las lecturas para mis alumnos y te veo en el blog fotografiado junto a este personaje. ¿Hay alguna razón especial para esa foto? Un abrazo.
Pablo
Querido Pablo: me gusta Tchaikovsky, a pesar de sus neuras y de que tenga detractores que lo acusan de sentimental; en realidad es su capacidad melódica y la sonora emoción que provoca su música lo que algunos no soportan; pero muchas de sus composiciones son magníficas. Pinocho es tal vez mis personajes de cuento favoritos; la foto está tomada en Praga, no en Florencia, su ciudad natal... Por cierto, estoy disfrutando con "La República mejor". Un fuerte abrazo.
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