Pocas veces una voz humana me ha llegado tan hondo la primera vez que la escuché como la del tenor sueco Jussi Björling (1911-1960). En su tesitura quizás solamente Alfredo Krauss y Fritz Wunderlich me alcanzaron de modo semejante desde el primer momento. Se dijo que tenía la voz más bella de tenor después del mítico Enrico Caruso, aunque las afirmaciones rotundas en este sentido no se sostengan ante los diferentes tipos de tenores. Lo cierto es que su cálida voz, modelada en los fríos del norte, es hechizante como pocas.
De familia de músicos, Björling se formó en la Real Academia de Música de Estocolmo y debutó en la Ópera Real de esta ciudad a los 18 años, con Manon Lescaut de Puccini. Los posteriores papeles de importancia que incorporó a su repertorio fueron el Don Ottavio de Don Giovanni de Mozart, el conde de Almaviva de El barbero de Sevilla y el Arnoldo de Guillermo Tell, ambas óperas de Rossini. Pronto alcanzó fama en Europa y América, paseándose triunfante por el Metropolitan de Nueva York, donde debutó en 1938 con La Bohème de Puccini, haciendo de Rodolfo. Especializado en el repertorio italiano, fue uno de los principales cantantes del Metropolitan.
La gran María Callas, junto a la cual interpretó Il Trovatore de Verdi en el papel del trovador Manrico, lo consideró como el mejor intérprete con el que había cantado. Realizó registros fonográficos con otras importantes sopranos, entre ellos inolvidables interpretaciones al lado de Victoria de los Ángeles (La bohème, Pagliacci, Madama Butterfly). Belleza vocal y técnica inmaculada se combinaron en un instrumento natural maravilloso, que se apagó prematuramente el 8 de septiembre de 1960, con la muerte del cantante por un ataque al corazón a los 49 años. Había sido víctima del alcoholismo, que le acarreó depresiones y trastornos cardiacos.
Sabemos de la relación entre alcohol y enfermedad cardiovascular, y Jussi Björling sufrió las consecuencias etílicas, probablemente en unión de otros factores de riesgo cardiovascular. Pero nos quedan las grabaciones del llamado “Caruso sueco” para disfrutar de su portentosa voz.
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Escuchemos “Ch'ella mi creda”, de la La Fanciulla del West, y “Nessum Dorma” de Turandot, ambas óperas de Giacomo Puccini, como muestra de su arte.
[añadido post., por eliminación del previo]
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