Atendiendo a lo dicho en la presentación de los tics del pensamiento fugitivo, os presento aquí la sexta docena.
- Quisiera estar conforme con mi trayectoria vital para enorgullecerme de mí mismo.
- En desacuerdo con lo establecido, los poetas elevan su voz, aun sabiendo que nunca podrán enarbolar una victoriosa bandera.
- La amistad no se demuestra con alharacas, sino con hechos.
- El que reclama es tildado de rebelde, el que calla o asiente, de estúpido, quien opina, de polémico o peligroso, y quien halaga, de lameculos. ¿Cómo debemos obrar? Sin duda, como los impares.
- El que confía en la justicia o es muy rico o muy bueno, o –lo más probable– está ciego.
- Cuando la sangre hierve, la razón se hiela.
- Dudar es inteligente si la duda no es perenne; de serlo, dudosa sería la inteligencia.
- ¡Qué importante es la entonación al hablar! Se agradece la dulzura y suavidad del lenguaje, aun siendo las palabras de censura.
- Hace preguntas el poeta sabiendo que no hay respuestas; y si alguien le responde, no las acepta.
- Eterna busca de un remanso para no hallar sino infinita desesperanza.
- Los hombres dados a la magnificencia no suelen ser pródigos en alharacas
- El verdadero enfermo suele llevar su enfermedad con dignidad; el imaginario* no suele ser digno de estar sano.
*El enfermo imaginario, el protagonista de la comedia homónima de Molière, es un caso de hipocondría, condición que conlleva una inmadurez emocional.
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