Una gran parte de la población es muy susceptible y fácilmente influenciable. En un hedonismo creciente, que parece ser consecuencia de una deriva educativa y cultural, se toleran mal las incomodidades y no se admite la mínima perturbación. Además, cabe señalar la importancia de la política (o del poder de los políticos), censurando o fomentando comportamientos, como condicionante social, en cuanto a inductora de un sentimiento de insatisfacción y desasosiego generalizado; los dirigentes actúan a veces como inductores de malestar social, de infelicidad colectiva*. Y el malestar continuo acarrea consumo de psicofármacos, en especial ansiolíticos y antidepresivos, que cada vez es más alto.
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*Leemos: «España, el segundo país más infeliz de Europa».
Podríamos hablar de fracaso social y sanitario (incluida la educación para la salud). Pero tómese esta reflexión en sentido relativo, no como dogma o verdad absoluta.
Y frente al disconfort, música confortable...
Mozart: Concierto para flauta y arpa. Andantino
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