lunes, 2 de enero de 2023

Apuntes rosalianos (1): Personalidad de Rosalía de Castro

Estatua de Rosalía de Castro
(Monumento en su honor, Santiago de Compostela)

Rosalía de Castro, una cautivadora personalidad, inteligente, culta y sensible.

Damos comienzo con este artículo a una pequeña serie, de tres capítulos, sobre la gran poeta Rosalía de Castro en sus perfiles psicológico y patobiográfico: 1) su personalidad, 2) su condición de enferma y 3) los médicos que la trataron. Y comenzamos con los dictámenes y las especulaciones en torno a su personalidad

[Dictámenes de estudiosos y especulaciones]

Se ha concluido que la personalidad y el sentimiento vital de Rosalía son fruto de sus orígenes. Tenemos a nuestra disposición algunas interpretaciones de reconocidos rosaliólogos.

Juan Rof Carballo (1905-1994), padre de la medicina psicosomática, le achacó a Rosalía el llamado «complejo de Polícrates», enfermedad psíquica que provoca la infelicidad en una persona cuando ya ha logrado sus máximas aspiraciones; un fenómeno observado por Freud, cuya denominación proviene del tirano griego Polícrates de Samos, quien temía que los dioses castigaran su excesiva felicidad y cuyo temor finalmente se cumplió, muriendo ante las tropas persas de Darío.

Según Rof, Rosalía habría padecido este complejo en su forma menor, como miedo a una felicidad excesiva. Acaso nos lo sugiera el poema que comienza así:

Unha vez tiven un cravo
cravado no corazón...

(Una vez tuve un clavo
clavado en el corazón...)

Después de arrancar el clavo que la atormenta y no sentir ya dolor, nota que algo le falta; tiene saudade de aquella pena. Romántico sufrimiento… Y eleva su plegaria a Dios, al dios en el que cree, expresando su desconcierto, al no entender el barro mortal que envuelve el espíritu.

El médico humanista Agustín Sixto Seco (1926-2004), confiesa su interés por Rosalía desde 1947, tras asistir a una conferencia del profesor José Pérez López-Villamil titulada La personalidad enferma de Rosalía de Castro, en la que este psiquiatra afirmaba que su sufrimiento patobiográfico se reflejaba en el rostro.

A partir de entonces, el doctor Seco se entregó al estudio de la personalidad de la escritora, culminándolo en el ensayo Achegamento médico-antropolóxico á personalidade de Rosalía (1985); y se fundamenta en varias claves para acercarse a la patobiografía de la escritora: su nacimiento singular, su casamiento (precipitado, embarazada), su autorreconocimiento como «eterna enferma» y su cansancio existencial.

Quizá podamos interpretar esto último como permanente insatisfacción, o relacionarlo con el miedo a la felicidad que apuntara Rof Carballo. Pero extraer conclusiones de una simple instantánea, como hizo López-Villamil, nos parece demasiado aventurado; creemos que nos dan más claves sus escritos, en los que se expresa un alma sincera, que las imágenes de su persona.

Por otra parte, hay declaraciones de su buen corazón, de su bondad con la gente humilde, de su preocupación por los niños huérfanos y por todos los desamparados. Se ha dicho que no dejaba a los pobres sin consuelo (a esos infortunados en los que veía justificada la picaresca para sobrevivir, no, por desgracia, para salir de la pobreza), que se mostraba caritativa, ya mediante la limosna, ya con sus palabras cariñosas. Entre los testimonios, el de Augusto González Besada (1865-1919), abogado y político; el mismo que la retrató con estas palabras:
…alta y delgada, la tez de un limpísimo moreno claro, negros y profundos los ojos y abundantísima y negra la cabellera. La boca muy grande, de labios muy rojos e irreprochable dentadura, corta y bien delineada la nariz, el óvalo del rostro imperfecto por tener los pómulos abultados, busto prominente, cintura estrecha, fina la mano y muy delgados los dedos». En reposo, su expresión era melancólica; mas, cuando hablaba, parpadeaban mucho sus ojos y cobraban singular belleza... Distinguidísima en los ademanes, naturalmente graciosa y suelta en las actitudes, dotada de linda, dulce y acontraltada voz, realzaban, más que la belleza, lo interesante y misterioso de su figura, la afabilidad y sencillez de su trato y su amor a la música, a los pájaros y a las flores.
Este retrato literario difiere del de Ricardo Carballo Calero (1910-1990), filólogo y escritor, quien se basa en la imagen de sus retratos conservados, concluyendo que hay un desfase entre esa Rosalía que vemos y la que imaginamos a través de sus poemas. Por cierto, según Carballo Calero hay una gran similitud entre el poema «Negra sombra» y otro de Aurelio Aguirre: «El murmullo de las olas», en el que Rosalía se pudo haber inspirado.

Giran en torno a la figura de Rosalía, cuya sonrisa esbozada nos parece tan enigmática como la de la Gioconda de Leonardo da Vinci, calificativos portadores de negatividad: triste, taciturna, melancólica, depresiva, pesimista, desolada… incluso loca. Nos hacen verla sumida en el dolor y la fatalidad, en la saudade ontológica. Sin embargo, hallamos en su obra momentos luminosos, de placer, de vitalidad, de ternura y de humor sutil.

En el aspecto psicológico, es posible que marcasen el carácter de Rosalía su nacimiento «sacrílego» y las presiones sociales, al señalarla con el dedo. Después, las prematuras muertes de dos de sus siete hijos. Y no descartamos que la peculiar personalidad de Manuel Murguía (bohemio, díscolo, irritable, polémico) la condicionase de algún modo; el mismo que, tras su desaparición, derramará lágrimas por ella, lamentará su mala fortuna, suspirará al recordar sus horas felices y certificará, con emoción, la bondad de su alma única y el amor a aquellos lugares que consideraba sagrados y a las gentes que los poblaban.

Su voluntario apartamiento de los ámbitos literarios y su relativo aislamiento, podría sugerirnos miedo al éxito o humildad extrema (se alejó de la gloria, de los aplausos: «Yo prefiero a ese brillo de un instante / la triste soledad donde batallo…»). Acaso le bastasen las solitarias lecturas y la intimidad creativa.

Las cartas de Rosalía que nos han llegado, dirigidas a su marido —la mayoría—, a José María Posada (1817-1886), poeta y periodista, a Ángel Baltar Varela (1827-1895), farmacéutico y alcalde de Padrón, y a Ubaldo A. Insúa (1856-1938), abogado, escritor y periodista, nos dan claves de su personalidad. En ellas advertimos una mujer afectuosa, generosa y agradecida, además de cuidadosa en la escritura de la correspondencia epistolar.

En su imaginación todo fluye, y en ella se adivina o se percibe el paso de las estaciones, el calor estival, las hojas de otoño, la escarcha invernal, el dulce y perfumado calor primaveral…

No importa que los sueños sean mentira,
ya que al cabo es verdad
que es venturoso el que soñando muere,
infeliz el que vive sin soñar.

Es fácil decir, nada cuesta especular. En cualquier caso, advertimos en Rosalía un espíritu romántico, sensible, ensoñador e independiente, en el que no falta el amor a la tierra, la preocupación social y la profundidad de pensamiento. Y con todas estas cualidades humanas, contemplamos una mujer buena.

Tríptico rosaliano, Juan Durán
***
—Ahí va la loca soñando
con la eterna primavera de la vida y de los campos...
R. C., «Dicen que no hablan las plantas», En las orillas del Sar

Anexo: La poesía de Rosalía de Castro, por Marina Mayoral
[Temas poéticos trascendentes]
  • La naturaleza. Son numerosas las descripciones de paisajes o las referencias a la naturaleza en la obra de Rosalía, y son distintas las actitudes adoptadas ante ella. Unas veces proyecta sobre la naturaleza sus estados de ánimo, otras le sirve de contraste para acentuarlos. En ocasiones la naturaleza será algo ajeno y hostil al hombre, otras se produce una plena identificación.
  • La religiosidad. Uno de los aspectos más difíciles de enjuiciar en la obra poética de Rosalía es el del alcance, la hondura o la autenticidad de su sentido religioso de la vida. No faltan poemas (ni alusiones religiosas) a lo largo de toda su obra; podemos decir, incluso, que son poemas donde late un vivo sentimiento religioso. Y, sin embargo, el conjunto de su obra ofrece un desolado panorama sobre el hombre.
  • El tiempo. El tiempo en Rosalía es fugaz. Su experiencia se lo muestra como algo rapidísimo, que apenas permite apreciar el presente. En su rápida e irrevocable carrera, el tiempo se lleva la belleza. Y se lleva también la esperanza. La esperanza es cualidad temporal del espíritu humano, propia de la juventud y pasajera como ella.
  • El amor. A primera vista, el amor es una realidad poco importante en la obra de Rosalía. No estamos ante una gran poeta amorosa; en ningún momento sus poemas de amor están a la altura de sus mejores obras. Pero una lectura detenida descubre que el tema amoroso, bajo una u otra forma, es bastante frecuente. Tenemos la impresión, no de que haya tenido poca importancia en su vida, sino de que existe una especie de inhibición, de dificultad para tratar y, quizá, para vivir el amor.
  • La muerte. Los sufrimientos constantes que atormentaron a Rosalía fueron quebrantando su reciedumbre y fortaleza de alma. Cada vez más, anhela el descanso, el final de tanto dolor [o sufrimiento]. Y este descanso se presenta ante ella de dos formas distintas: como deseo de muerte y como deseo de insensibilidad.

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