jueves, 8 de noviembre de 2012

Médico de familia y control emocional


En consultas de atención primaria cada vez más complejas (tanto por el envejecimiento poblacional, con las consecuente polipatología, como por las nuevas exigencias), uno se ve a menudo impotente ante los nuevos retos, que exigen respuestas adecuadas en menos tiempo. A veces cuesta controlar las emociones, mantener la calma y no clamar a los cielos, por la imposibilidad de trabajar sin presiones ni premura, sin agobio.

El primer nivel tiene su evidente limitación, por lo que hay que derivar muchos casos al especializado segundo nivel, cada vez menos accesible por las crecientes listas de espera de consulta. Hallamos entonces la paradoja: el médico de familia debe abarcar más y más conocimientos y atenerse a complejos protocolos de derivación, que lo sobrecargan, en tanto el médico hospitalario, del segundo nivel, trata de parapetarse en unidades subespecializadas. O sea, para el primero todo el conocimiento médico, para el segundo otro muy restringido.

De ahí la frustrante sensación del médico de familia al no tener tiempo para encauzar debidamente casos complejos, en situación más o menos acuciante, que precisan respuestas raudas y precisas. Entonces surge la duda: arriesgarse a decisiones sustentadas en la inseguridad o derivar al nivel (ultra)especializado, ante la habitual incertidumbre y el peso del temor al error.

Si incluso del segundo nivel, hospitalario, se reciben respuestas contradictorias entre los propios miembros de un mismo servicio, ¿qué dudas y contradicciones no puede haber en un discurrir continuo e isocrónico de usuarios/pacientes? Veo compañeros, en derredor, demasiado tensos, inseguros, temerosos, como yo mismo, supongo. Lógica consecuencia de la “cadena de montaje” establecida en el sistema público de salud, que alcanza poca eficacia y escasa eficiencia

Es evidente que algo falla, de modo que debieran reconocerse los defectos y tratar de corregirlos. La solución a este problema largamente establecido no es fácil, pero ha de pasar por un cambio de mentalidad gestora, la autogestión de la agenda médica y la coordinación o integración asistencial real (con simplificación burocrática). Si pudieran, las víctimas aplicarían las medidas correctoras...

Pero las decisiones de mejora corresponden a otros, al poder político que (no) ve el panorama desde su tranquila posición de mando, mientras en el campo de batalla sanitario, los médicos de familia (y otros profesionales del primer nivel asistencial), tratando de controlar sus emociones, se desangran.

Y para no deprimirnos, valga el humor como terapia antisuicida…

Los Luthiers - Los suicidas
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Nota.- Dice un médico general al que admiro: "No suele haber falta de tiempo, sino de ganas y de control de la incertidumbre y del propio tiempo, aparte de falta de compromiso". Habla incluso de llevar el tiempo más allá de las horas laborales. Y estoy de acuerdo en la necesidad de auto-control personal y de gestión del tiempo. Pero se nos imposibilita gestionarlo, con la rigidez de las agendas médicas, y fuera de las horas laborales nadie garantiza la propia seguridad laboral; ya no sería asumir un compromiso ético, sino un sacerdocio en su sentido más profundo.

2 comentarios:

  1. La patología de la prisa, del trabajo a destajo, de la sensación permanente de no poder hacer lo que se sabe, lo que se quiere, lo que tendría que ser..., la perdida de la paciencia, y con ella el zarandeo a la autoestima y a la dignidad propia y ajena, personal y social...
    Gracias por hablar de necesaria competencia emocional.

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    1. Es complicado en nuestra situación actual mantener el equilibrio y conseguir un buen clima comunicacional. La peculiaridad organizativa lo dificulta enormemente.
      Por cierto, Concha, muy interesante el blog de vuestro Grupo Comunicación y Salud, que me dispongo a enlazar. Podrás comprobar que aquí hay bastantes entradas con la etiqueta "comunicación médica".
      Saludos y gracias por tu aportación.

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