Estimado amigo y doctor: Hoy, doctor, he tomado una decisión que va a cambiar mi vida. Aunque es usted veinte años más viejo que yo le he nombrado mi padre hipocrático adoptivo. O adoptado, si lo prefiere. Ayer, cuando cenábamos en Kañoñetan, comprendí que habíamos nacido el uno para el otro. Yo para poner en sus manos mi salud y mis quebrantos, y usted para curarme. Ya solo le librará de mí mi defunción, que espero no sea anticipada ni provocada por la ira que seguramente le van a causar las letanías de mis enfermedades presentes, pasadas y quizás, si se van confirmando mis temores y mis augurios, también de mis enfermedades futuras. He puesto en sus manos, doctor, mi futuro y mi perdida salud, que usted sabrá reconstruir con su sabiduría médica y su honradez profesional, con su paciencia, su amor a la verdad y con su entrega a los pobres y enfermos, que le honran con la santidad laica que muy pocos médicos poseen actualmente. Está usted perdido. Ha caído en manos de un hipocondríaco profesional que gratuitamente le va a dar información de sus penas para que sin gran esfuerzo conozca mejor a los desdichados enfermos llamados imaginarios que están tan desatendidos últimamente por la clase médica. Cuando cenábamos me di cuenta de que usted, de todos los médicos y cirujanos que conformaban el banquete, era el único pasablemente humano. Todos los demás eran médicos, usted era un hombre dedicado a la medicina, que es distinto.
Preámbulo de "Cartas de un hipocondriaco a su médico de cabecera",
de Chumy Chúmez (Texto AQUÍ
Como podemos leer en el resumen del libro enlazado arriba, el humorista gráfico y escritor Chumy Chúmez, "expresa a su médico de cabecera sus temores, sus dolores y sus quejas de hipocondríaco". Y además, viene a ser "el alegato de un usuario de la Medicina que echa en cara a los médicos su frialdad, su lejanía y su incapacidad para aportar el consuelo que el enfermo (y el ciudadano) necesita para poder seguir bregando". Este maestro del humor -más bien negro-, triste y desengañado, que llegó a decir "Antes no creía en nada y ahora ni eso", quizás dijese algunas cosas diferentes si aún viviese. Pero, a pesar de los cambios sociales experimentados desde que nos dejó, creemos que el valor de sus consideraciones, de las tribulaciones de este singular hipocondriaco, sigue vigente.
Vals del hipocondríaco - Alejandro Lerner
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