Este poema lejano, que casi no recordaba, me hace reflexionar sobre la Nochebuena que se repite de manera diferente, con mayor o menor alegría, según la edad, las circunstancias o las vivencias; seguramente más entrañable para los niños. Es la voz poética de un creyente –no necesariamente la del poeta– sobre la Noche que cada uno vive a su modo en estos tiempos de escaso espíritu navideño. La Noche que, para los vivos, siempre llega, aunque se lamenten de algunas ausencias...
NOCHEBUENA
¡Ya llega la Noche,
ya llega!
Me vienen recuerdos,
imágenes bellas
de seres queridos
en torno a la mesa;
alegría y besos,
la opípara cena,
mazapán y nueces;
y en la sobremesa
cantos, villancicos
que a Jesús se ofrendan.
¡Ya llega la Noche,
ya llega!
Al irse acercando
mi pecho se aprieta,
pues me va calando
la amarga tristeza;
no estaremos todos
esta Nochebuena,
dos sillas vacías
dirán de la ausencia
de seres queridos,
de papá y la abuela.
¡Ya llega la Noche,
ya llega!
Son felices días;
la gente más buena
parece sentirse
cercana la fecha
en que el Niño Dios
puso pie en la tierra.
Acaso es engaño,
y aunque ilusión sea,
serán más felices
aquellos que crean.
¡Ya llega la Noche,
ya llega!
Quedan pocos días
ya para que venga,
y al instante pienso:
«Ojalá se fuera,
pasara de largo
sin darnos ni cuenta,
o que por lo menos
yo no lo sintiera».
Mas vendrá la Noche,
hará su presencia
para congregarnos
en torno a la mesa,
por más que añoremos
nuestra enorme pérdida.
¡Ya llega la Noche,
ya llega!
Que no haya lamentos,
afuera las penas,
que en la Santa Noche
nadie dolor tenga.
Y aunque, en la esperanza,
un necio parezca
al querer creer
en ciertas quimeras,
dejad que me engañe:
¡De nuevo a la mesa
estaremos todos
cuando Dios lo quiera!
[1994, 15 dic.]
Noche de paz






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