Hace poco referí unas cuantas anécdotas profesionales, de esas que dejan buen sabor de boca y ayudan a seguir en la profesión médica, bajo el título de «Tierno anecdotario retrospectivo». Y con posterioridad, referí otra brevemente en TW que recibió más respuestas de las que esperaba. Sin duda, porque es simpática y muestra claramente la importancia de la confianza en la relación médico-paciente.
El mensaje tuitero era éste:
Aviso urgente a domicilio. Anciana semiinconsciente que no responde a estímulos. Está en una casa que no es su hogar habitual, desganada y abatida, según familiares. Al verme llegar, exclama:
—¡Es mi médico!
Y como por ensalmo, abre del todo los ojos y alegra su semblante.
Aviso urgente a domicilio. Anciana semiinconsciente que no responde a estímulos. Está en una casa que no es su hogar habitual, desganada y abatida, según familiares. Al verme llegar, exclama:
— José Manuel Brea (@xoselbrea) January 20, 2022
—¡Es mi médico!
Y como por ensalmo, abre del todo los ojos y alegra su semblante. 🙂
En verdad, esa confianza que sólo proporciona una relación continuada en el tiempo («longitudinalidad») contribuye a la mejora del doliente, cambiando su estado emocional de modo positivo. No es un milagro; es un efecto del arte médico.
«Tempo di valse» de Serenata para cuerdas, Antonín Dvořák
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