domingo, 15 de mayo de 2022

Amar la música de Wagner

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Solo hubo Beethoven y Richard [Wagner]; y después de ellos, nadie.
Gustav Mahler

«Señor Wagner: Ante todo, quiero decirle que le debo el mayor gozo musical que jamás haya experimentado»Charles Baudelaire

Richard Wagner (1813-1883), el gran compositor de óperas (o de dramas musicales, como él prefería decir), fue además director de orquesta, poeta, ensayista, dramaturgo y teórico musical. Su figura, encuadrada en el Romanticismo musical, puede despertar antipatías por sus ideas políticas (al parecer cambiantes: anarquistas, socialistas, absolutistas), su nacionalismo (sustentado en la mitología germánica), su antisemitismo y su orgullo. Pero su pensamiento musical, dirigido a la «obra de arte total»* (síntesis de poesía, música y escenografía), y la consecución de una voz personal**, que halló con la ópera El holandés errante o El buque fantasma (1843), lo llevaron a alcanzar logros operísticos y cumbres sonoras irrepetibles, sublimes, de innegable majestuosidad. Algunos críticos sostienen que la música contemporánea nace de la armonía, rica en cromatismos y disonancias no resueltas, de Tristán e Isolda. Es, por otra parte, libretista de sus óperas y el creador del «leitmotiv»: tema musical recurrente. Sin embargo, Wagner es controvertido como compositor; su música tuvo –y tiene– detractores y partidarios. En su tiempo fue significativa la admiración que le rindió el rey Luis II de Baviera; y había partidarios antagónicos de Wagner o de Brahms (defensor éste de la música pura). Personaje polémico: es más fácil admirar su música que al creador. Entre otros compositores, fue admirado por Anton Bruckner, Hugo Wolf y Gustav Mahler. Y aunque veces se contrapone su música a la de Giuseppe Verdi, el otro monstruo de la ópera, es posible amar también a Wagner.

Wagner, nacido en Leipzig (ciudad donde falleció Bach), tuvo una pasión inicial por el teatro, pero decidió dedicarse a la música cuando tuvo conocimiento de la ópera El cazador furtivo de Carl Maria von Weber y, sobre todo, al descubrir la Sinfonía n.º 9 “Coral” de Beethoven. Su formación musical fue autodidacta. Tuvo unos comienzos difíciles y sufrió penurias económicas, hasta conseguir llevar una vida desahogada gracias al mecenazgo de Luis II de Baviera. Se casó dos veces; su primera mujer, Minna, era actriz, y la segunda, Cosima, era hija ilegítima de Franz Liszt. Wagner murió en Venecia –a donde había ido a descansar de su extenuante labor compositiva final–, de un ataque cardíaco, cuando estaba cerca de cumplir setenta años.

Estas pinceladas biográficas pueden ser completadas con las biografías enlazadas abajo o, mejor, con la lectura de libros sobre el compositor.

*En alemán Gesamtkunstwerk (obra de arte total): obra de arte que integra las seis artes: la música, la danza, la poesía, la pintura, la escultura y la arquitectura, como Wagner creía que hacía la tragedia griega.

**El estilo wagneriano quedará definido: arias, dúos, coros, fluyen sin divisiones, como en un río musical fundido con el texto dramático, dónde las sonoridades portan una gran fuerza emocional. La obertura de Tannhäuser es predecesora de una nueva forma musical: el poema sinfónico, que desarrollará Liszt. Wagner hizo avanzar el lenguaje musical. Respecto a la temática de sus dramas musicales, con inspiración en leyendas y en la mitología nórdica o germánica, es reiterada la redención por el amor.

Festival de Bayreuth
El empeño de Wagner en construir un teatro en Bayreuth para la representación exclusiva de sus óperas se materializó. En 1876 se inauguró el teatro con el estreno de El anillo del nibelungo. Entre los asistentes se encontraban el Kaiser Wilhelm I, el Emperador Pedro II de Brasil, y los compositores Anton Bruckner, Camille Saint-Saëns y Pyotr Ilyich Tchaikovsky. Desde entonces quedó establecido el Festival de Bayreuth, que se viene celebrando anualmente.

Composiciones de Wagner
Además de El holandés errante (1843), cabe destacar las siguientes óperas wagnerianas: Rienzi (1838), Tannhäuser (1845), Lohengrin (1845), Tristán e Isolda (1857), Los maestros cantores de Núremberg (1868), La valquiria (1874) –forma parte de la tetralogía «El anillo del Nibelungo»: El oro del Rin (1869), La valquiria, Sigfrido (1876) y El ocaso de los dioses* (1876)– y Parsifal (1877). Y de las obras no operísticas: El idilio de Sigfrido (1870), poema sinfónico.

*A veces traducida como El crepúsculo de los dioses.

[Guionista: Eugenio Sotillos]

«Marcha fúnebre de Sigfrido» de El crepúsculo de los dioses 
***
Se ha dicho que hay una música antes y otra después de Wagner.

Muchos que critican los excesos de las óperas de Wagner, incluyendo la duración de algunas, reconocen que tiene pasajes orquestales magistrales.

¡Qué don Quijote este Wagner! Malgasta todas sus fuerzas en perseguir quimeras, cuando para evocar todo en mundo de ideal y belleza le bastaría con seguir la inclinación natural de su extraordinario talento. Wagner me parece que es esencialmente un sinfonista. El genio de que está dotado ha sido arruinado por las teorías que se ha forjado y está decidido a aplicar a toda costa, teorías que paralizan su inspiración. A fuerza de buscar la realizada, la verdad, la razón, ha acabado por olvidar la música, que muchas veces se busca en vano en sus últimas óperas. Yo no puedo llamar música a semejante caleidoscopio, a esa frases ondulantes que se suceden una a otra sin interrupción y no se terminan jamás, sin que el oído pueda captar la menor forma musical o percibir una amplia melodía bien redondeada, sin conceder un minuto de reposo para el cantante, que necesita correr sin cesar detrás de la orquesta y procurar no perder su nota, que no tiene más importancia en la partitura que la menor nota de la cuarta trompa. Pero no cabe duda de que Wagner es un maravilloso sinfonista... 
Enlaces wagnerianos
Richard Wagner –Biografías y vidas
Ricardo Wagner (1813-1883) –Mahler foundation
Alguien me dijo una vez que la historia de la música se divide en dos periodos: antes y después de Richard Wagner... En una misma obra, Wagner puede pasar de parecernos monolítico y casi indigestible a antojársenos rodeado de una aureola divina. A mí, personalmente, me gustan muchos de sus fragmentos instrumentales (preludios, marchas, etc.) y su celebérrima «Cabalgata de las Valquirias», por más famosa que sea entre el público general, es solamente la punta del iceberg y ni siquiera la mejor de las muestras de su genio. He aquí algunos pasajes musicales que me resultan particularmente fascinantes... 
[«Obertura» de Tannhäuser
«Coro de los peregrinos» de Tannhäuser
[«Entrada de los invitados» de Tannhäuser
[«Obertura» de Lohengrin

[«Marcha nupcial» de Lohengrin

«Obertura» de Tristán e Isolda
«Liebestod de Isolda» de Tristán e Isolda
Wagner (Miniserie de TV) –10 episodios; protag. Richard Burton
[Episodio 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9,10]

 «Entrada de los invitados» de Tannhäuser
 

 «Liebestod de Isolda» de Tristán e Isolda
«Obertura» de El oro del Rin 
«Entrada de los dioses en el Valhalla» de  El oro del Rin 

[«Cabalgata de las valquirias» de La valquiria

[«Música del fuego mágico» de La valquiria]

[«Escena de la fragua» de Sigfrido]

[«Murmullos de la selva» de Sigfrido]  

«Viaje de Sigfrido por el Rin» de El crepúsculo de los dioses 

«Marcha fúnebre de Sigfrido» de El crepúsculo de los dioses 

[«La inmolación de Brunilda» de El crepúsculo de los dioses

«Preludio» III acto de Los maestros cantores de Núremberg
«Preludio» de la ópera Parsifal
«Cabalgata de las valquirias» de La valquiria

«La inmolación de Brunilda» de El crepúsculo de los dioses
 

[Entrevista]

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