domingo, 25 de febrero de 2018

Amancio Prada, moderno juglar


Habla Amancio Prada casi como canta, dice el entrevistador de la Voz de Galicia, que recuerda su reciente éxito en la catedral de Santiago, dos escolanías. Y el cantor berciano, que ya no vive en Ponferrada, nos recuerda que fue niño de coro en Cambados. También su paso por París en el post 68, donde quedó marcado por Moustaki, Brassens y otros ídolos de la canción francesa. De ahí su evolución de vocalista de orquesta a moderno juglar. Sin olvidar sus orígenes de niño de aldea en el Bierzo, la quinta provincia gallega, «el pórtico natural de Galicia». Y entre otras confesiones mundanas, vino mencía de por medio y una loa de las Rías Baixas, elige la canción Maio maduro maio, de José Afonso.


Y nosotros reproducimos parte de nuestra crónica de la noche del 14 de enero de 1999, cuando actuó en el Teatro Colón de A Coruña, junto a María del Mar Bonet, traducida del gallego, idioma en que fue concebida originalmente para su publicación en la desaparecida revista musical Na Gaits:
Tras un breve descanso, apareció con una teatral puesta en escena Amancio Prada, envuelto en una mortecina luz y acompañado de tres músicos para la ocasión. Surgía como de una noche misteriosa con la zanfoña en las manos y la voz desnuda desparramando estrofas populares agudas y picantes, a modo de los cantares de ciego; rompía así el silencio con una pieza de su obra Caravel de caraveles. Después, este juglar contemporáneo, poseedor de una rara sensibilidad y con un decir siempre acariciador –aún en las frases más incisivas y cortantes–, recorrió su repertorio acompañado de los otros músicos (Rafael Dominguez, violoncello; Pedro Navarrete, piano; y Cuco Pérez, acordeón) o solo con su guitarra. Fue de este modo, a través de Canciones de García Calvo y de García Lorca, recalando especialmente en poemas de A dama e o cabaleiro («A dama que ía no branco cabalo», «O río levaba os ollos», «Amiga, namorado vou») del genial Álvaro Cunqueiro. Incluso se permitió un cuento de este autor, extraído del libro Xentes de aquí e de acolá, mostrando sus cualidades de histrión, de buen dominador de la dicción y las pausas. Si los arreglos musicales no eran, evidentemente, tan complejos como los que habían envuelto la María del Mar, sin duda Amancio suplió la diferencia –que no carencia– con una variedad de expresión y gestualidad propias de un dominador de las tablas y de un artista singular. Al final de la actuación se fundieron las voces de los dos cantantes para recrearse en versos de Rosalía, nuestra más ilustre poeta. Llenaron así el espacio sonoridades inspiradas en dos poemas de Cantares gallegos: «Adiós ríos, adiós fontes» y «Campanas de Bastabales»

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