[Microrrelato, en primera persona, sobre la fragilidad en la vejez]
Es cierto que el tiempo pasa volando. Ayer era joven y fuerte; hoy soy un viejo vulnerable. Corría como un gamo y camino con bastón. He perdido vista, memoria y reflejos. Sobre todo, el sentido de la orientación. Me he extraviado varias veces, las dos últimas recientemente. Tenía que asistir a dos citas: una para un trámite de mi pensión y otra de la seguridad social. Se cerraban los plazos y perdí mis derechos. ¡Ay!, no se puede llegar a viejo… Quedé sin la subida que me correspondía y sin la titularidad de la tarjeta sanitaria. Pasé a beneficiario de la de mi hijo, que estaba fuera y ha vuelto con urgencia para ayudarme. Soy viejo y frágil, ya lo he dicho, creo... Mi hijo ha venido en mi defensa. Sé que lo solucionará todo. Tiene reflejos. Es joven y fuerte. Y es abogado.
Old Man, Neil Yong
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Se define al anciano frágil como aquel que tiene una disminución de las reservas fisiológicas y un mayor riesgo de declinar, lo que lo sitúa en una situación de mayor vulnerabilidad ante perturbaciones externas y resulta en una mayor probabilidad para presentar episodios adversos de salud (hospitalización, institucionalización, muerte, caídas) y pérdida de función, discapacidad o dependencia.
El estado de fragilidad es un síndrome clínico-biológico caracterizado por una disminución de la resistencia y de las reservas fisiológicas del adulto mayor ante situaciones estresantes, a consecuencia del acumulativo desgaste de los sistemas fisiológicos, causando mayor riesgo de sufrir efectos adversos para la salud como: caídas, discapacidad, hospitalización, institucionalización y muerte.
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