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La necesidad de potenciar la medicina primaria nacional y de encontrar nuevas fórmulas de cooperación entre los países desarrollados y los del Tercer Mundo [al reconocerse por primera vez la ineficacia en la lucha contra la erradicación de las enfermedades de los países subdesarrollados] constituye uno de los aspectos esenciales de la ponencia presentada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Unicef, la entidad de la ONU dedicada a la promoción del niño, en el próximo congreso que, sobre asistencia médica, se celebrará entre el 6 y el 12 de septiembre en Alma Ata, en la Unión Soviética.
Noticia de 1978 [El País]
Ya han pasado más de cuarenta y un años de aquella Declaración de Alma Ata (la ciudad más grande de Kazajistán) y tenemos una buena perspectiva temporal. Respecto a la atención primaria de nuestro desarrollado país ya sabemos a donde hemos llegado y cómo nos encontramos. En cuanto a las necesidades sanitarias de los países no desarrollados, o tercermundistas, vemos que siguen siendo las mismas que se apuntaban entonces. Así: enfermedades relacionadas con el agua contaminada y el saneamiento deficiente (cólera, diarreas, disentería, hepatitis A, fiebre tifoidea, poliomielitis) y enfermedades relacionadas con la desnutrición (enfermedades carenciales: kwashiorkor, marasmo, beriberi, raquitismo…), además de zoonosis transmisibles (paludismo, fiebre amarilla, chikungunya, zika…), ceguera por tracoma, etc. Desde luego, en los países pobres no hay una preocupación por los niveles de colesterol, la vitamina D o una leve despigmentación cutánea. No hay en ellos una «obsesión por la salud» como en los ricos. Lo que más precisan es agua potable, saneamiento y alimentos.
África, hambre y música
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