Saludable es al enfermo la alegre cara del que le visita.
Fernando de Rojas
—¿Qué tal te encuentras, María?
—Sólo con tu presencia ya me encuentro mejor.
Visitar a un enfermo, amigo o conocido, en su casa o en el hospital, supone un encuentro no exento de dificultades. Todo el mundo –o casi– pasa por esta situación en algún momento. Y a veces no se sabe cómo actuar para agradar al doliente y no sentirse uno mismo incómodo. Por eso pueden ser útiles las recomendaciones que les dan a los visitantes no profesionales en el artículo «Qué hacer y, sobre todo, qué no hacer al visitar a un enfermo». [Una variante AQUÍ]
En primer lugar, hemos de plantearnos las razones de la visita (¿cuál es el motivo de la visita?: ¿cortesía o compromiso pleno?). En segundo lugar, debemos conocer la enfermedad y la situación (¿es invalidante?, ¿no se puede mover?, ¿puede hablar?). En tercer lugar, debemos mostrar ante el enfermo un comportamiento adecuado: no hacer comentarios (no preguntar sobre tratamientos), evitar exclamaciones lamentosas (de desánimo), no reprocharle nada y mantener una actitud correcta, teniendo siempre en cuenta que cada persona es diferente.
Como vemos, la visita a un enfermo casi es un arte de la comunicación individual.
Recomendaciones generales en:
Adagio del Concierto para clarinete de Mozart
***
Nada recupera y conforta tanto a un enfermo como el afecto de los amigos.
Séneca
Apunte misericordioso
Desde el sentimiento religioso y en particular cristiano, visitar a los enfermos (visitar y cuidar a los enfermos) es una de las obras de misericordia.
Fuente: wikiHow |
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