Fuente: artelista |
Antonio Machado (1918), Joaquín Sorolla |
Aunque escribió varias obras de teatro con su hermano [Manuel], su obra es mayormente poética. Su primer libro es ‘Soledades’ (1903), reeditado con el título de ‘Soledades, galerías y otros poemas’ (1907). Antonio Machado adoraba pasear, por lo que tiene muchos poemas dedicados a la naturaleza y el paisaje en su tercera obra: ‘Campos de Castilla’ (1912).
Poema de Mío Cid, Gonzalo de Berceo, Jorge Manrique, Romancero.
A ORILLAS DEL DUERO: «Castilla no es aquella tan generosa un día, / cuando Myo Cid Rodrigo el de Vivar volvía...».
MIS POETAS: «El primero es Gonzalo de Berceo...».
GLOSA: «Entre los poetas míos / tiene Manrique un altar».
Prólogo a Campos de Castilla: «Me pareció el romance la suprema expresión de la poesía y quise escribir un nuevo Romancero».
Antonio Machado define la poesía como “la palabra esencial en el tiempo”. Por un lado, se trata de ahondar en la esencia de las cosas (del hombre, del mundo…) y por otro de captar su fluir temporal. Más tarde dirá que la poesía es “el diálogo del hombre, de un hombre con su tiempo”. Esto enlaza con su deseo de que el hombre y el poeta estén comprometidos con su tiempo. Emplea el símbolo [la tarde, las estaciones, el agua, el mar, el camino, los árboles...] y determinados rasgos modernistas. En la poesía de Machado aparece una rica gama de sentimientos, como la melancolía, la tristeza, la emoción, la pasión, el deseo o la rabia. Para Machado la poesía es un sentir hondo, una intuición viva que surge al contacto con el mundo… y hay que expresarla con claridad para que su voz alcance a todos. La técnica y el estilo de Antonio Machado varían según el carácter de la obra. En Soledades predomina el elemento estético. En Campos de Castilla los elementos estéticos que utiliza se adecuan al tono reflexivo y crítico y su lenguaje se hace más directo y menos ornamental. En Nuevas canciones, su tercera etapa, el elemento poético se condensa y el poeta desarrolla una poesía sentenciosa, filosófica y epigramática. Machado piensa que por el símbolo se cargan de trascendencia las cosas más elementales, lo que de otra manera sería puro realismo.
Los rasgos característicos de su lírica: sentimiento, temporalidad y asimilación del paisaje. Temas todos, como ocurre con Unamuno, subordinados al gran tema: el ser y la nada. Pero su reacción ante la dicotomía razón-pasión es diferente: en Unamuno se resuelve en protesta, «agonía» o lucha; en Machado, en melancolía y tristeza.
—Y en la revista literaria digital Mundopoesía:
Machado no gustaba de lo que era abstracto en poesía, pues pensaba que lo abstracto no era poesía.
—En su obra convive lo lírico con lo político y social:
Así sucede en uno de los poemas más emblemáticos: «El mañana efímero», donde el poeta denuncia enojado la descomposición de la patria, el atraso moral e intelectual de la sociedad de su tiempo, la secular decadencia. Un poema incluido en la ampliación de su libro más señero, Campos de Castilla, poemario en el que predomina la lírica intimista, pero donde también asoma el poeta social, el Machado que ya empieza a hablar de las dos Españas que han de helarte el corazón, que abomina de la tradicional que se aferra al pasado y a que nada cambie y que impulsa la joven España «implacable y redentora» que nos saque de ese letargo. Esa España que «ora y embiste cuando se digna usar de la cabeza» sigue existiendo. No se ha cumplido ni el deseo del poeta de que la España «de la rabia y de la idea» la borre y la transforme.
Leonor izquierdo, su mujer, muerta prematuramente por tuberculosis. Pilar de Valderrama (Guiomar), poetisa y dramaturga, mujer casada con la que mantuvo una relación epistolar.
Antonio Machado y su musa (1915), Antonio Oroz |
Para conocer a un poeta, sólo hay que leer sus poemas.
Antonio Machado, Rafael de la Rosa |
Su gran obra en prosa es ‘Juan de Mairena’ (sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo). Se trata de un conjunto de artículos, párrafos sueltos o cortos diálogos, atribuidos a tal personaje ficticio [apócrifo, heterónimo], que comenzó a publicar en 1934 y recogió en un volumen dos años después. En ellos, con un tono a veces serio y a veces irónico, trata de las cuestiones más diversas: metafísica, lógica, estética...
Abel Martín. Revista de estudios sobre Antonio Machado
Antonio Machado (h. 1940), José Machado Ruiz |
No creo poseer las dotes específicas del académico. No soy humanista, ni filólogo, ni erudito… Pobres son mis letras, pues aunque he leído mucho, mi memoria es débil y he retenido muy poco... Y, con excepción de algunos poetas, las bellas letras nunca me apasionaron. Quiero deciros más: soy muy poco sensible a los primores de forma, a la pulcritud y pulidez del lenguaje, y a todo cuanto en literatura no se recomienda por su contenido. Lo bien dicho me seduce sólo cuando dice algo interesante, y la palabra escrita me fatiga cuando no me recuerda la espontaneidad de la palabra hablada. Amo a la naturaleza, y al arte sólo cuando me la representa o evoca, y no siempre encontré la belleza allí donde literalmente se guisa.
Antonio Machado expone su pensamiento filosófico a través de sus dos apócrifos [o heterónimos] Abel Martín y Juan de Mairena. [Mantiene así una distancia entre su persona y sus ideas que le da mayor autonomía al pensamiento.] La metafísica erótica del primero, que es una crítica de la objetividad, empieza con la creencia y acaba con el escepticismo, mientras la filosofía de Mairena empieza con la duda y termina con una teoría de la creencia. Por eso ambos apócrifos son complementarios, pues la actitud contemplativa de Martín encuentra eco o prolongación en la pedagogía de Mairena.
Buena parte de la crítica, apoyándose en la conocida afirmación de Cernuda de que “lo mejor de Machado está en sus Soledades”, ha venido contraponiendo un “primer Machado”, lírico e intimista, y un “segundo”, filosófico y sentencioso, que vendría a superponerse e incluso a no dejar aflorar la vena lírica del primero. Ahora bien, en el aislamiento de Baeza (1912-1919), tras la muerte de Leonor, no sólo compuso Machado alguno de sus mejores poemas, sino que además dio el salto definitivo del yo al otro.
[v. también anexo de entrada «Crítica literaria»]
Antonio Machado (1925), Leandro Oroz |
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