La lluvia moderada es relajante.
Capítulo 30 de El último nocturno. Párrafos: El hechizo de la lluvia. [Saladino Barreiros contempla la lluvia al cobijo del hogar y evoca su pasado ultramarino.]
El cielo descargaba con violencia su inmensa vejiga; agua, agua, agua que no empapaba las ideas. Era un continuo lloviznar; monotonía de lluvia tras los cristales, que cantara Machado. El vertido acuático de las nubes llegaba a ser pesado en Vizana; había épocas en que parecía que no iba a parar nunca. Entonces perdía su singular encanto. Pero Saladino se empeñaba en perpetuar el hechizo de la lluvia, contemplando su discurrir como naturaleza hecha arte. Eran momentos para dejarse llevar, en los que la mente descansaba y se imponía el sentimiento. Le dieron ganas de encender una pipa o echarse un cigarrito, en un acto reflejo que ignoraba su abandono del tabaco hacía tres decenios. «Lástima que las bondades de ese producto vegetal no hagan olvidar sus perjuicios; el placer de su humeante compañía no excusa de sus asfixiantes consecuencias», sentenciaba en actitud de rechazo de los malos vicios. Seguía teniendo en su mente la visión del Nuevo Mundo, de la isla de Hacubey, de la ciudad de Sago.
Allá cuando llovía, también llovía de lo lindo...
Jardines bajo la lluvia, Claude Debussy
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