Me gusta la democracia. Me gusta la libertad individual y me gusta la cultura. No me gusta que funcionarios ignorantes o despóticos interfieran innecesariamente en la vida privada. No me gusta ver el pensamiento creativo aplastado por la tiranía de estúpidas mayorías. No me gusta la persecución, ya sea por mayorías o por minorías. Sospecho del gobierno y desconfío de los políticos; pero en la medida en que debe haber gobierno prefiero que sea democrático. Conservo los gustos y prejuicios de un liberal a la antigua.
Bertrand Russell, Dictionary Of Mind: Matter And Morals (1952)
Reflexionando sobre este pensamiento del filósofo y matemático Russell, creo que comparto su credo; y recordando un debate con un amigo, añado mi propio parecer... Mi ideario no se deja dominar por ninguna ideología. Me declaro librepensador. No soy fanático ni palmero de ningún político. (Hay en Hispania demasiados paniaguados.) Aborrezco el populismo y la demagogia, formas de manipulación de las emociones, revestida a menudo de falsa bondad –provechosa para algunos en su engaño–; y no digamos la estupidez política. Y como cualquier persona inteligente que, controlando todo impulso emocional, no ve sistemáticamente santos o demonios a izquierda o derecha, procuro no tener prejuicios políticos. Seguridad, justicia y libertad son conceptos incluidos en toda bandera democrática o de convivencia social, y la mía los incluye. Y soy de los que opinan que en política no todo vale: hay que respetar sus principios éticos.
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