La atención a sanos impide la atención a enfermos.
Hace tiempo hablamos del paso de la «atención a crónicos» a las nuevas corrientes en atención primaria: «medicina mínimamente impertinente» (no disruptiva), «farmacotectomía o deprescripción», «prevención cuaternaria», uso prudente de los medicamentos o «inercia benéfica». Decíamos que los tiempos cambian y era preciso tomar un nuevo rumbo. Y ahora, a estas corrientes se les añade otro planteamiento: «dejar el enfoque preventivo» (*), porque la labor preventiva continuada impide la asistencia adecuada y porque es cuestionable su beneficio (algunas actividades preventivas son inútiles o incluso contraproducentes). Así que en nada van a quedar la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad de manera individual y sistemática, y se pondrá fin a los programas de atención a los sanos. Se veía venir... Es la consecuencia de la presión asistencial desmedida –que ha sido fomentada y a la que nadie le ha puesto freno–, que no permite más que la asistencia pura y dura. Tal vez hay que poner fin también al apartado comunitario, desvirtuándose la esencia de la medicina de familia (¿será la vuelta al médico de cabecera, el regreso a la medicina general de asistencia pura y dura?). Después de andar muchos caminos, hay que elegir uno solo, regresando al punto de partida. Adiós, pues, al sueño romántico de las multitareas asumidas durante décadas: es hora de centrarse en lo que realmente importa y es posible.
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(*) Sin dejar de dar eventuales consejos preventivos: recomendando hábitos saludables o informando de factores de riesgo para la salud.
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Lecturas inspiradoras:
Prevención y Promoción o Atención longitudinal basado en síntomas: he ahí el dilema hoy de la Atención Primaria, Sergio Minué
Qué alta está la luna
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