En estos tiempos de crisis –no sólo económica–, se hace más necesario que nunca creer en algo para no caer en el abatimiento.
En el caso de un profesional de la medicina, obligado éticamente a cumplir el juramento hipocrático, uno puede
aferrarse además a la plegaria del buen médico de Hutchinson [final del
texto] o, sobre todo, a la oración de Maimónides. Pero en la compleja sociedad actual, que disfrutando del
logro de la universalización asistencial ve peligrar el general y público sistema sanitario –con sus particulares servicios de salud–, por el envejecimiento poblacional y el mayor número de pacientes crónicos, entrando incluso en acalorados debates cuando se propone algún pago por la atención al bien más preciado, es preciso una renovación de la
famosa oración. Por eso me he planteado un nuevo texto basado en ella y que
bien podríamos denominar «Nueva oración de Maimónides». De modo que, obviando el
preámbulo (sobre la creación del cuerpo humano, los desórdenes causantes de
enfermedad y la sabiduría del curador) y toda connotación divina, propongo lo
que sigue.
Con las innegables y crecientes dificultades en el desempeño de la labor
médica, y con la más firme voluntad de mejora profesional y humana, es mi deseo para combatir el dolor y el sufrimiento que causan las
dolencias del cuerpo y del alma:
Que pueda tener el temple necesario para el
ejercicio de mis funciones en cualquier ocasión y lugar, y que logre ejercer
con espíritu generoso y no movido por el interés, tratando a todos los pacientes por igual y sin
distinción alguna.
Que pueda conservar la propia salud para poder
atender la de los demás en las mejores condiciones, y que mi capacidad de
comunicación no se vea mermada por las circunstancias o el ambiente donde
desempeñe mi labor.
Que mi mente esté siempre lúcida, dispuesta
para el buen juicio clínico, y no se vea perturbada por ningún obstáculo burocrático, ni
por agresiones externas, ni por la indeseable sobrecarga asistencial que
propicia el sistema sanitario.
Que aprenda a escuchar lo que los sufrientes
me transmiten, sin desestimar aquello que subyace tras sus palabras y
comprendiendo sus miedos, que pueda reconocer los errores y que la experiencia
me sirva para evitarlos en el futuro.
Que los dolientes me vean como benefactor y nunca como enemigo, que sepa responder sus dudas, así como reconocer mi ignorancia cuando proceda, y que en todo momento impere un propicio clima de respeto.
Que los dolientes me vean como benefactor y nunca como enemigo, que sepa responder sus dudas, así como reconocer mi ignorancia cuando proceda, y que en todo momento impere un propicio clima de respeto.
Que pueda centrarme en mi trabajo, sin interferencias que lo impidan, y que la buena gestión sanitaria promueva una organización asistencial que favorezca las
consultas sin prisas, no viéndome obligado a resolver varios problemas a un
tiempo.
Que no se me penalice por prescribir lo que considero mejor para mis pacientes y que, en esto como en otras cuestiones que perturban la asistencia médica, la cordura se imponga entre los dirigentes del sistema sanitario.
Que la relación médico-paciente sea de mutua confianza, observando los principios de la comunicación, desde el respeto a la escucha activa, evitando incomprensiones y egoísmos, y teniendo como primera máxima la hipocrática de no dañar.
Que no se me penalice por prescribir lo que considero mejor para mis pacientes y que, en esto como en otras cuestiones que perturban la asistencia médica, la cordura se imponga entre los dirigentes del sistema sanitario.
Que la relación médico-paciente sea de mutua confianza, observando los principios de la comunicación, desde el respeto a la escucha activa, evitando incomprensiones y egoísmos, y teniendo como primera máxima la hipocrática de no dañar.
Que reciba ayuda y consejo de quienes tienen
más conocimientos, que trate de mejorar en el día a día mediante una formación
continuada y que, pletórico de saber, me sienta agradecido por recibir las oportunas
enseñanzas.
Que no me sienta herido por críticas o rechazos y que
afiance las virtudes de humildad, honestidad, humanidad y humor, las mismas que
en otro tiempo y con sabio criterio propugnó Osler para el buen ejercicio de la
medicina.
Que la relación con los compañeros de
profesión, hospitalarios y de atención primaria, sea cordial, reconociéndonos colaboradores
y no rivales, con el objetivo común de procurar beneficio de los pacientes a
quienes nos debemos.
Que, en definitiva, la ciencia médica, que
también es arte, me sirva a veces para curar, a menudo para aliviar y siempre
para consolar a quienes padecen enfermedades, y sin desfallecer, con la alegría y la modestia de un pobre mortal.
Y, ¿por qué no?, que se reconozca mi labor cuando el esfuerzo y los aciertos la hacen meritoria (igual que se me censura por lo contrario), sin que ello suponga engreimiento, sino saludable estímulo para continuar con mi hermosa tarea.
Y, ¿por qué no?, que se reconozca mi labor cuando el esfuerzo y los aciertos la hacen meritoria (igual que se me censura por lo contrario), sin que ello suponga engreimiento, sino saludable estímulo para continuar con mi hermosa tarea.
Sobre el sabio Maimónides
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Sobre el juramento-oración de Maimónides
En realidad, hay un juramento de Moses Maimónides* (1135-1204) y una oración más extendida. El juramento [Oath of Maimonides] comienza así: «La eterna providencia me ha designado para velar por la vida y la salud de Tus criaturas. Que el amor por mi arte me mueva en todo momento…». La oración, inspirada en este juramento y atribuida al médico y filósofo alemán de origen judío Marcus Herz (1747-1803), como oración diaria antes de visitar a los enfermos, comienza así: «Dios Todopoderoso, Tú has creado el cuerpo humano con infinita sabiduría…».
*Moisés ben Maimón
Muy interesante y adecuada a los tiempos que corren, esta versión tuya de la oración de Maimónides. Un abrazo, amigo José Manuel.
ResponderEliminarA algo hay que aferrarse, querido Lizardo, y yo al menos necesito balsas de salvamento como ésta para no ir a pique.
EliminarUn fuerte abrazo y gracias por venir a compartir la oración conmigo.