Me encanta la profesión que ejerzo como médico de pueblo, voy en bicicleta a trabajar y a atender a los pacientes en sus domicilios y en la vía pública. Es una forma de fomentar hábitos de vida saludables, ya que los pacientes se fijan en lo que hace su médico. (…) Soy médico y quería ser médico con todas las letras, ejercer la medicina en su forma más pura y esencial, prevenir enfermedades, ayudar a las personas a mantener una buena salud, tratarlas en su enfermedad y acompañarlas cuando está cerca su muerte. (…) La medicina rural y, por tanto, los médicos rurales suelen ser polifacéticos y capaces de dar respuesta a la mayoría de las demandas del paciente. (…) La gente generalmente muestra un gran agradecimiento por la enorme implicación profesional y la cercanía de la relación médico-paciente-vecino. (…) Mi mayor satisfacción como médico de pueblo es poder ser el doctor en quien mis pacientes confían, su coordinador de la salud, y estar integrado con ellos en la misma comunidad.
Hay números, naturales (cardinales u ordinales) y decimales (fracciones), que suelen estar presentes en la práctica médica. Veamos algunos ejemplos.
6, 8, 12, 24. Números habituales cuando se indica la posología (dosificación) de un medicamento: «Tómelo o adminístrese cada 6, 8, 12, 24 horas.»
1/2 (0,5), 1/4 (0,25)... También en la administración de fármacos, en presentaciones líquidas orales: «Tómese 1/2 (media) cucharadita/pastilla..., 1/4 (un cuarto, la cuarta parte) del comprimido...».
33. El número que el médico solía pedirle al paciente que pronunciase («¡Diga 'treinta y tres'!»), porque la ‘r‘ es una consonante fuerte que produce vibraciones de la pared del tórax (frémito vocal) detectadas por palpación o auscultación, que pueden ser normales o anormales, estar aumentadas o disminuidas, si hay alguna patología (casos por ejemplo de una consolidación pulmonar o de un enfisema pulmonar respectivamente). [Alteraciones de las vibraciones vocales]
1.er, 2.º, 3.er, 4.º... espacio intercostal (derecho o izquierdo).
En fin, si de números hablamos en medicina, también debemos tener en cuenta que en el campo de esta ciencia inexacta 2 + 2 no suele ser igual a 4, sino tal vez a 5, o acaso a 3. A buen entendedor, pocos números bastan.
Sin embargo, las matemáticas tienen su aplicación en medicina...
–Cálculo: en epidemiología (aplicación del algoritmo); en inmunología (aplicación del logaritmo); en cardiología: cálculo del gasto cardíaco; en nutrición: cálculo de requerimientos nutricionales. [El instrumento de cálculo más antiguo es el ábaco.]
–Geometría: relaciones espaciales anatómicas; en traumatología: fracturas; formas tridimensionales –geométricas– de proteínas.
–Estadística (Bioestadística): en epidemiología; para la interpretación de datos de artículos médicos.
–Probabilidad: en interpretación de pruebas o razonamiento clínico.
Además de estas ramas básicas de las matemáticas:
–Teoría de nudos: estudio de configuraciones de ADN como cadena.
–Geometría fractal (y Teoría del caos): estudio de fenómenos complejos dinámicos en cardiología, estudio de crecimiento de tumores sólidos.
El número es el que rige las formas y las ideas, y la causa de los dioses y los demonios. (Pitágoras)
Los números son los amos de los débiles, pero los esclavos de los fuertes. (Charles Babbage)
Con números se puede demostrar cualquier cosa. (Thomas Carlyle)
Allí donde haya un número está la belleza. (Proclo)
Lo importante no es la grandeza del número de Avogadro, sino la grandeza de Avogadro. (H. A. Bent)
La geometría tiene dos grandes tesoros: uno el teorema de Pitágoras y otro el número áureo. El primero se compara a una medida de oro, y el segundo a una piedra preciosa. (Johannes Kepler)
Las palabras que hacen referencia a los números se llaman numerales*.
Montar el número. (Expresión) [llamar la atención]
*Clasificación de los numerales: ordinales (1, 2, 3...), cardinales (1.º, 2.º, 3.º...), multiplicativos (2: doble y duplo; 3: triple y triplo, 4: cuádruple y cuádruplo...) y fraccionarios o partitivos (1/2, 1/3, 1/4...).
—Hay palabras que significan números como conjuntos –de personas, animales o cosas–: dúo, trío (terceto, terna, trinca, trinidad, triunvirato), cuarteto, quinteto...
Conocemos a Franz Schubert (1797-1828) por sus Lieder, su música para piano y de cámara, incluso por algunas sinfonías (sobre todo: n.º 5, n.º 8 «Inacabada» y n.º 9 «La Grande»), pero poco o casi nada sabemos de su música escénica.
De sus obras escénicas, en número importante [v. «Composiciones de Franz Schubert», al final], lo más conocido es la música incidental de Rosamunda. Menos exitoso fue Schubert en la ópera (y en los Singspiel), pero dos de sus once óperas nos llaman la intención: una por el nombre, Fierrabras y otra por estar ambientada en España, Alfonso y Estrella, suponiendo ambas un intento del compositor por escribir gran ópera romántica en alemán y superar el Singspiel.
De Rosamunda(Rosamunde,1823), música escénica para la obra homónima de la escritora Helmina von Chézy, leemos que fue un fracaso y sólo se representó durante dos días. Después desapareció la partitura y se encontró en 1861. Se pensó que el libreto se había perdido, pero se ha conservado (modificado por una edición posterior del autor) en la Biblioteca Estatal de Stuttgart, y se publicó en 1996. Rosamunda, princesa de Chipre*, está destinada a tomar el poder a la edad de dieciocho años, habiendo sido previamente criada de incógnito como pastora por la viuda del marinero Axa. El gobernador Fulgencio (nueva versión: Fulvio), que lleva tanto tiempo en el cargo tras matar a los padres de Rosamunde, intenta frustrar su reinado, primero con intrigas, luego con una propuesta de matrimonio y finalmente con un intento de envenenamiento. Pero Rosamunda, legitimada por un documento de mano de su padre, recibe un amplio apoyo de los chipriotas y del príncipe cretense Alfonso, su futuro novio. Finalmente, Fulgencio (Fulvio) muere por su propio veneno. Y Rosamunde asciende al trono.
La ópera Fierrabras (1823) está inspirada en el caballero sarraceno Fierabrás, personaje que aparece en las leyendas del ciclo carolingio, hijo del almirante Balán, rey de Al-Ándalus, y que acabó militando en el ejército de Carlomagno. El argumento gira en torno a su conversión al cristianismo y a la relación amorosa entre su hermana y Guy de Borgoña, paladín de Carlomagno.
Fierrabras: Overture – Schubert
La ópera Alfonso y Estrella (Alfonso und Estrella, 1821/1822), estrenada en Weimar el 24 de junio de 1854, está ambientada en la época de la Reconquista, alrededor del año 790 en Oviedo, la sede real del Reino de Asturias, al que se hace referencia con el nombre históricamente posterior de León, y en una sierra cercana. El anciano rey Fruela fue desterrado después de que Mauregato* y su general Adolfo lo destronaran. Adolfo se enamora de Estrella, la hija de Mauregato, el nuevo gobernante. [En este punto tomamos otra fuente argumental, que reproducimos.] Pero Mauregato dice que sólo el hombre que posea la «Cadena de Eurico» podrá casarse con Estrella. Y Adolfo, furioso, planea una revuelta contra Mauregato... Durante una expedición de caza, Estrella se separa de la partida, se encuentra con Alfonso –hijo de Fruela– y se enamoran, sin saber cada uno la identidad del otro. Alfonso le da a Estrella un collar que siempre ha llevado consigo, y le señala un camino seguro a su hogar. De regreso en la corte, ella cuenta la historia, y Mauregato reconoce el collar como la «Cadena de Eurico». Antes de que pueda decirle lo que significa, comienza la rebelión dirigida por Adolfo, quien captura a Estrella. Alfonso descubre que Estrella es la hija de Mauregato, y se pone al lado de éste contra los rebeldes. Las tropas de Mauregato vencen a Adolfo, y Alfonso rescata a Estrella. Pero Mauregato tiene remordimientos de conciencia y restaura a Fruela en su trono. A cambio Fruela abdica en Alfonso** y Estrella. [Libreto traducido al castellano AQUÍ. Comentario AQUÍ.]
Schubert completó 11 óperas y trabajó en otras, dejándolas inacabadas. Algunas de sus óperas tuvieron un éxito moderado, como Die Zauberharfe (El arpa mágica), pero la gran mayoría, si no todas, las obras escénicas de Schubert no han resistido la prueba del tiempo como sus sinfonías, canciones y piezas para piano.
Schubertiada
El término Schubertiada (Schubertiade) se refería inicialmente a las reuniones privadas de Franz Schubert con sus amigos, en sus últimos años, desde 1821. Hoy, la schubertiada es el festival más prestigioso del mundo dedicado a Schubert, con el fin de reivindicar su nombre junto a los de Mozart y Beethoven, y también el nombre de cualquier celebración musical inspirada en su música.
Acueducto romano sobre el río Gard (o Gardon), en la región de Gard, prefectura de Nimes, región de Occitania, Francia.
Sobre el legado técnico del Imperio Romano, queremos señalar la serie documental Ingeniería romana (2015), en ocho capítulos, presentada por el ingeniero de Obras Públicas, geógrafo e historiador Isaac Moreno, cuenta con guión y dirección de José Antonio Muñiz. En ella se trata de ciudades, acueductos (y puentes), carreteras (calzadas) y minas. En la distancia, las técnicas de los romanos para la construcción y explotación de recursos nos parecen asombrosas por su precisión.
Valga como muestra la técnica constructiva de una calzada romana, en la que se tiene en cuenta la practicidad y la seguridad.
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Ingeniería. Conjunto de conocimientos y técnicas científicas y empíricas aplicadas a la invención, el diseño, el desarrollo, la construcción, el mantenimiento y el perfeccionamiento de tecnologías, estructuras, máquinas, herramientas, sistemas, materiales y procesos para la resolución de problemas prácticos.
El último post publicado por el doctor Lizardo Cruzado en su blog «Desde el manicomio» lleva por título La salud mental es más importante que la psiquiatría.
Desde luego, no existe definición completamente satisfactoria de lo que es "salud mental", y no la hay siquiera de lo que es simplemente "salud". Pero intuitivamente uno puede asumir que salud mental tiene que ver con la forma en que vivimos, nuestro estilo de vida y la escala de valores respecto a lo que consideramos prioritario o de segundo orden en nuestra conducta y nuestro diario quehacer.
Cada vez son más frecuentes las consultas cuyo motivo no es una enfermedad psiquiátrica en el sentido clásico del término (esto es, por melancolía, esquizofrenia, psicosis maniaco-depresiva o trastorno obsesivo-compulsivo), sino por vicisitudes de la vida humana cotidiana o por los golpes del destino ("los heraldos negros que nos manda la muerte", al decir vallejiano) y que no pueden capearse.
Pero hablar de salud mental y estilo de vida no necesariamente es asunto que los médicos saben y dominan por el solo hecho de ser médicos. Muy por el contrario, muchas veces los médicos tienen un estilo de vida insano y penoso: consumista, crematístico, acumulatorio, trabajólico. Y si, en el caso de los psiquiatras, han cedido a la psiquiatrización y psicofarmacologización galopante de la existencia humana, muy probablemente quien acude a la consulta podría salir con una receta de psicofármacos endilgada...
Es una reflexión sobre un cambio social en la manera de interpretar la salud mental, o salud psíquica, por una población seguramente condicionada por factores externos de índole negativa, y a la vez una autocrítica, porque los profesionales de la medicina no suelen predicar con el ejemplo, haciendo una vida sana.
Y me llama la atención un comentario en inglés a esa entrada (del que queremos creer que no tiene ninguna intención interesada), que señala el motivo de la preocupación por la salud mental, de la importancia de los estilos de vida y del riesgo de uso de psicofármacos. Del mismo, extracto lo principal traducido.
En el acelerado mundo actual, la salud mental se ha convertido en una preocupación apremiante. Es fundamental priorizar el bienestar mental en lugar de depender únicamente de la psiquiatría para fomentar un ambiente positivo y restaurar los sistemas homeostáticos. Los estilos de vida poco saludables y el uso excesivo de psicofármacos a menudo pueden conducir al desarrollo de diversos trastornos mentales.
En lugar de depender únicamente de intervenciones psiquiátricas, es importante abordar las causas subyacentes de los problemas de salud mental. Y promover opciones de estilos de vida saludables, como ejercicio regular, nutrición equilibrada y sueño adecuado.
Además, es esencial reducir la dependencia de las drogas psicotrópicas como solución rápida. Si bien estos medicamentos pueden brindar un alivio temporal, a menudo tienen efectos secundarios y pueden enmascarar problemas subyacentes. Fomentar un entorno positivo no sólo beneficiará a las personas sino que también contribuirá a comunidades más saludables en general.
Interesantes reflexiones sobre la salud mental y la psiquiatría que de modo parecido ya habíamos hecho en este blog (v. entradas relacionadas abajo). Vivimos en un tiempo en el que todo se medica, hasta la más mínima perturbación psíquica, como si no interesase actuar sobre las causas, porque priman intereses económicos sobre el bienestar humano. Tal vez ahora nos haría bien una antipsiquiatría.
Finalmente, un vídeo para la polémica...
El negocio de la salud mental
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La atención a la salud psíquica de la población no es cuestión de más especialistas en salud mental, sino de abordar las causas de los trastornos mentales.
La psiquiatría (del griego psyché, alma, y iatréia, curación) es una especialidad de la medicina dedicada al estudio, prevención y tratamiento de las enfermedades mentales y los trastornos del comportamiento. La psicología (de psyché, alma, y logía, estudio) es la disciplina que estudia la mente. La psiquiatría tiene un historia más larga que la psicología. En la actualidad ambas disciplinas se complementan (la primera aplica tratamientos farmacológicos y la segunda psicoterapia), a pesar de la rivalidad profesional entre psiquiatras y psicólogos. Sin embargo, la mayor parte de la población desconoce este hecho, así como su diferenciación.
Espoleados por una entrada ajena –de igual título– referiremos algunos síndromes que llevan nombres de personajes literarios o de literatos, con sus definiciones sintéticas. Como complemento, dejamos enlaces para contextualizar estos síndromes y conocer otros que pueden ser de interés para el lector.
Una tarde cualquiera de 1988, estando yo [como médico residente] en el Área de Observación con cuatro camas a mi cargo (supervisado siempre por médicos mayores), aterrizó por allí una paciente de 82 años a la que llamaremos Aurelia. Aurelia, procedente de un pueblo cuyo nombre omitiré, vino a parar a mi esquina; y, una vez aposentada en mi terreno, durante doce horas completas la atendí lo mejor que supe.
Venía Aurelia con un grave problema de anuria. Esto es: no orinaba en absoluto. Aurelia tenía una diabetes tan avanzada que sus riñones estaban hechos trizas. No filtraban la sangre. No orinaba desde hacía varios días. Era una sentencia de muerte. Una anciana desahuciada por la ciencia.
Bajaron a verla los internistas, los nefrólogos y los urólogos de guardia. Todos coincidieron en lo mismo: la diálisis no era posible por su mal estado de salud y por la avanzada edad; los medicamentos ya no servían para tratar el problema de Aurelia; y un ingreso hospitalario, para morir en pocos días, no era del todo preciso.
Hablamos con sus hijos para que eligieran entre las dos opciones posibles: quedarse, o irse. Fueron unánimes: llevársela de vuelta al pueblo. Fue una decisión sensata: para morir, si el caso es manejable, nada mejor que tu habitación, tu casa, tus hijos, tus nietos, tus amigos de siempre.
Mientras Aurelia estuvo en el Área de Observación (mientras le hacíamos todas las pruebas que necesitaba y los especialistas iban dando el veredicto), yo charlé mucho con ella. Aurelia estaba en sus perfectas cabales, y era una mujer simpática. Me explicó las faenas agrícolas que había hecho de pequeña; y yo, que también soy muy cateto, le daba palique hablándole de olivos, de espuertas, de morcillas y de albercas. Aurelia y yo, por qué no decirlo, nos cogimos afecto.
Pero llegó el momento de irse y, ¡ay horror de los horrores!, la enferma nada sabía. Sus hijos no se habían atrevido a decirle que se iba. Los especialistas que bajaron a tratarla, tampoco. Y a mí, su médico en ese momento, se me había pasado por alto el pequeño detalle de comunicar a Aurelia que lo suyo no tenía solución, que iba a morirse de todas-todas, que ya no orinaría nunca jamás y que, por decisión de todos menos de ella, se iba a marchar a su pueblo en pocos minutos.
Casi con la ambulancia en la puerta, hube de dar la mala noticia a la dueña de su vida. Era lo justo. Durante las doce horas que allí estuvo, aunque tratada y remirada por medio hospital, yo había sido el médico de Aurelia. Su referencia.
Dar malas noticias es algo para lo que no te preparan en la Facultad de Medicina. Al menos así ocurría antes, en mis tiempos. Ahora, no lo sé. Digamos que dar malas noticias era (o sigue siendo) una ingrata tarea que aprendíamos los médicos a base de ensayo y error. Esto es: a base de meter la pata muchas veces. Y yo, con Aurelia, la metí hasta las honduras. Porque, aunque había docenas de maneras de abordar correctamente el asunto, yo, inadvertidamente, por precipitación o inexperiencia, escogí la única que no se debe escoger: la de tratar a un paciente como si fuera un tonto. Y un paciente, aunque esté senil o terminal, no es ningún tonto. Es un paciente. Una persona con derechos. Y, entre ellos, el derecho de recibir información veraz.
Me acerqué a la cama de Aurelia y le cogí las manos. Luego, con aire falsamente desenvuelto, con mi mejor sonrisa postiza, le espeté:
—Muy bien, Aurelia. Traigo muy buenas noticias. Te vamos a dar el alta y te vas a marchar a casa. Te hemos puesto unos medicamentos nuevos que harán efecto en unos días. El médico de tu pueblo, con el informe que llevan tus hijos, ya se encargará de hacerte orinar.
Aurelia me miró, burlona. Aún recuerdo la negrura de sus ojos, el tacto de sus dedos y las arrugas de su cara; el pelo, limpio; blanquísimo; su mano, asida a la mía.
—Sí hijo, sí. Desde luego –Aurelia no me había llamado “doctor”, sino “hijo”. Y una sonrisilla traviesa dejó entrever su dentadura. Luego, amable y mordaz al mismo tiempo, prosiguió–: Si no he orinado en el Hospital Carlos Haya... ¡voy a orinar en mi pueblo!
Y a mí, en aquel preciso instante, se me cayó la cara de vergüenza.
Hay tantas cosas que no puedo entender en esta sociedad contradictoria, que mi lista sería inacabable. Una sociedad donde se discrimina en nombre de la igualdad y se miente con el mayor cinismo. En la que uno intenta no agriarse y disfrutar de lo bueno que la vida ofrece. Y sin embargo no me resisto a emitir algunos amargos pensamientos concretados en estrofas poéticas. Vayan, pues, rodando libres...
AGRIAS REFLEXIONES
No puedo entender
que la información —fluyendo a raudales—
sea rayo tóxico o luz venenosa
de mentes vulgares.
No puedo entender
que, en diversos ámbitos, hoy tanto se expandan
nubes de violencia y no se protejan
pacíficas almas.
No puedo entender
que trabajadores con esfuerzo cumplan
su labor social, mientras vividores
el néctar disfrutan.
No puedo entender
que el mar progresista haga con sus olas
más ricos a ricos, cuando a hombres medios
con miseria asola.
No puedo entender
que a unos productores pronto se libere
y a otros se les pida rendimiento pleno
bordeando la muerte.
No puedo entender
que improvisación y chapuza sean
los males eternos
que dañan el ruedo
de la convivencia.
No puedo entender
que el sol democrático con prebendas bañe
a privilegiados, y que a desdichados
con deudas abrase.
No puedo entender
que de una creencia el fuego del odio
se avive en los pechos
capaces de amar
sin mediar patrono.
No puedo entender
que este mundo sea río turbulento
de irracional curso
y arbitrario cauce
que casi aborrezco.
[2020, 2 nov., sobre reflex. de 2010]
CRAZY RHYTHM by Coleman Hawkins & Django Reinhardt