Caserío vasco, acuarela de Antonio Leiva |
En el cuento Noche de médico, perteneciente al libro Vidas sombrías (1900), Pío Baroja nos cuenta una de sus experiencias de su breve ejercicio como médico rural. Se trata de la atención domiciliaria a un parto difícil, junto a su veterano compañero del pueblo que le ha pedido ayuda. En el relato quedan reflejadas las dificultades del medio, la inexperiencia y la incertidumbre en medicina.
(...)
Mi compañero me explicó el caso, y allá en un rincón hablamos los dos grave y sinceramente, confesando nuestra ignorancia, pensando únicamente en salvar a la enferma.
Mi compañero me explicó el caso, y allá en un rincón hablamos los dos grave y sinceramente, confesando nuestra ignorancia, pensando únicamente en salvar a la enferma.
Hicimos nuestros preparativos. Se colocó en la cama la mujer... Su madre huyó llena de terror.
Templé los fórceps en agua caliente, y los fui pasando a mi compañero, que colocó fácilmente una hoja del instrumento, después con más dificultad la otra; luego cerró el aparato. Entonces hubo ayes, gritos de dolor, protestas de rabia, rechinamiento de dientes...; después, mi compañero, tembloroso, con la frente llena de sudor, hizo un esfuerzo nervioso, hubo una pausa, seguida de un grito estridente, desgarrador...
Había terminado el martirio; pero la mujer era madre, y olvidando sus dolores me preguntó tristemente:
—¿Muerto?...
—No, no —le dije yo.
Aquella masa de carne que sostenía en mis manos vivía, respiraba. Poco después el niño gritaba con un chillido agudo.
—¡Ay, ené! —murmuró la madre, envolviendo con la misma frase, que le servía para expresar sus dolores, todas sus felicidades…
Tras de un largo rato de espera, los médicos salimos de la casa. Había cesado de llover; la noche estaba húmeda y templada; por entre jirones de las negras nubes aparecía la luna iluminando un monte cercano con sus pálidos rayos. Caminaban por el cielo negros nubarrones, y el viento al azotar los árboles murmuraba como el mar oído desde lejos.
Tras de un largo rato de espera, los médicos salimos de la casa. Había cesado de llover; la noche estaba húmeda y templada; por entre jirones de las negras nubes aparecía la luna iluminando un monte cercano con sus pálidos rayos. Caminaban por el cielo negros nubarrones, y el viento al azotar los árboles murmuraba como el mar oído desde lejos.
(...)
Pueden leer el cuento completo AQUÍ. Les traerá recuerdos a quienes han trabajado en soledad como médicos rurales, con largas jornadas y noches de guardia.
Nocturno n.º 20 de Chopin
***
Entrada relacionada (Baroja como estudiante de Medicina)
José de Letamendi, un ídolo caído [novela de Baroja El árbol de la ciencia]
Enlaces externos
D. Pío nos cuenta en su volumen de Memorias titulado “Final del siglo XIX y principios del XX”, algunos de esos cuentos y artículos “los había comenzado en el libro de las igualas, cuando era médico de pueblo en Cestona”. El libro aparecería, posteriormente, con el título de “Vidas sombrías” que llamó la atención de Azorín con el que Baroja mantendría una fortísima amistad hasta la vejez. De ese libro es de destacar el relato “Noche de médico”.
Noche fabricadora de embelecos,
loca, imaginativa, quimerista,
que muestras al que en ti su bien conquista,
los montes llanos y los mares secos...
LOPE DE VEGA, A la noche
–Lectura AQUÍ
ANEXO: POEMAS SOBRE LA NOCHE* ---CICLOS NATURALES
[Anochecer, Atardecer, Crepúsculo]
A la noche (Soneto 137), Lope de Vega
A la noche, Espronceda
Amo esas horas oscuras de mi ser [del Libro de las horas], Rainer Maria Rilke
Cuántas veces te me has engalanado, Francisco de la Torre –estrellas
El soneto nocturno, Felipe Benítez Reyes
Está la noche serena, José de Espronceda –amor, muerte
(Parte II de El estudiante de Salamanca) [Wiki]
Invocación (Oh noche embriagadora), María Eugenia Vaz Ferreira
La noche estrellada (The starlight night), Gerard Manley Hopkins
Noche (Sobre la nieve se oye resbalar la noche), Vicente Huidobro
Noche de verano, Antonio Machado –verano, luna
Noche serena (Oda VIII), Fray Luis de León –espiritualidad. Lectura AQUÍ
Noches de Castilla, Antonio Machado –luna
Nocturno, Juan Ramón Jiménez –jardín
Nocturno, Gerardo Diego
Nocturno, Luis Alberto de Cuenca –noche, amor, erotismo
Nocturno de la Puerta del Sol, Emilio Carrere
Oda a la noche (Vem, Noite antiquíssima e idêntica), Fernando Pessoa [y AQUÍ]
Una noche (Nocturno III), José Asunción Silva** –muerte, nostalgia. [An. AQUÍ]
–Lectura AQUÍ
*La noche puede ser nombrada por los poetas como un símbolo poético.
**«Nocturno III» de José Asunción Silva, el principal poeta colombiano, es su poema más conocido y reconocido, junto a «Los maderos de san Juan» (v. Poemas sobre la vejez). Ambos poemas fueron ponderados por Juan Ramón Jiménez.
Una noche
una noche toda llena de perfumes, de murmullos y de música de alas,
Una noche
en que ardían en la sombra nupcial y húmeda, las luciérnagas fantásticas...
v. también: Poemas de la noche: poesía nocturna
Está la noche serena
de luceros coronada,
terso el azul de los cielos
como transparente gasa.
ESPRONCEDA
Ven Noche antiquísima e idéntica,
Noche Reina destronada al nacer,
Noche igual por dentro al silencio, Noche
Con las estrellas, lentejuelas fugaces
En tu vestido bordado de Infinito.
PESSOA, Oda a la noche
Oda a la noche, Fernando Pessoa
—Atardecer, crepúsculo
Hacia un ocaso radiante, Antonio Machado* –vida (fugacidad), destino [y AQUÍ]
La puesta de sol romántica, Charles Baudelaire** –vida y muerte
Un largo adiós, Ángel González –lento atardecer
*En una tarde de verano, el poeta expresa su sentimiento de melancolía por el destino y la fugacidad de la vida, en un paisaje (junto a elementos campesinos) que tiene valor simbólico, pues es una transfiguración lírica de sus galerías interiores.
Hacia un ocaso radiante
caminaba el sol de estío,
y era, entre nubes de fuego, una trompeta gigante,
tras de los álamos verdes de las márgenes del río.
(....)
Y pensaba: “¡Hermosa tarde, nota de la lira inmensa
toda desdén y armonía;
hermosa tarde, tú curas la pobre melancolía
de este rincón vanidoso, obscuro rincón que piensa!”
(...)
El agua en sombra pasaba tan melancólicamente,
bajo los arcos del puente,
como si al pasar dijera:
“Apenas desamarrada
la pobre barca, viajero, del árbol de la ribera,
se canta: no somos nada.
Donde acaba el pobre río la inmensa mar nos espera”.
A. MACHADO
**El poema muestra una contraposición entre sol –luz y vida–, y noche –oscuridad y muerte–. El sol se nos escapa y cede a la noche, negra, húmeda, símbolo de muerte. [v. 11 grandiosos poemas de Charles Baudelaire]
¡Qué hermoso el sol parece cuando fresco se eleva,
Dando los buenos días como en una explosión!
—Feliz aquel que puede, por el amor transido,
Saludar al poniente, más glorioso que un sueño.
(...)
Pero persigo en vano al Dios que se retira;
La irresistible Noche establece su imperio,
Negro, húmedo, funesto, roto de escalofríos...
BAUDELAIRE, La puesta de sol romántica
–Lectura (Le coucher du soleil romantique) AQUÍ
***Contemplando una hermosa puesta de sol sobre el mar, con el inevitable fin del día, el poeta, dolorido y cansado, expresa su deseo de reposo eterno.
Era un suspiro lánguido y sonoro
la voz del mar aquella tarde... El día,
no queriendo morir, con garras de oro
de los acantilados se prendía.
Pero su seno el mar alzó potente,
y el sol, al fin, como en soberbio lecho
hundió en las olas la dorada frente,
en una brasa cárdena deshecho.
Para mi pobre cuerpo dolorido,
para mi triste alma lacerada,
para mi yerto corazón herido,
para mi amarga vida fatigada...
¡el mar amado, el mar apetecido,
el mar, el mar, y no pensar en nada...!
M. MACHADO, Ocaso
Ocaso, Manuel Machado
En la noche ancha del insomnio nos acompañan nos asaltan nos arañan extraños animales: osos alados, gatos con narices de filósofos (...) Y lo peor de todo es que no saldremos nunca más a la luz del día porque esos animales son guardianes celosos de las puertas del Báratro o del Elíseo, que todo es lo mismo, puestos nosotros a querer salir de ahí.
A. FERRARI, Vida nocturna
–Vida nocturna
Conversión (After Hours), Elena Casas*
Vida nocturna, Américo Ferrari
*Elena Casas (1952), autora del poemario Por el cauce del sueño.
Los agrios ruidos del local nocturno
rompen el puro resurgir del día
con su tronar gastado y taciturno,
con su falsa alegría.
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